1 Visión eurocentrista y visión planetaria de la Historia
"La Historia Universal se divide en Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Época Contemporánea." La afirmación anterior, inculcada año tras año como inapelable dogma en las receptivas mentes de millones de niños, constituye uno de los esquemas más aberrantes y vanidosos que jamás hayan podido concebirse. Aun dando por supuesto que dicha clasificación no pretende explicar la Historia del Universo entero, sino tan sólo la de los seres humanos que habitan en un pequeño planeta del inmenso cosmos, resulta evidente que el contenido de este esquema de ninguna manera abarca la historia de la humanidad, sino que se refiere exclusivamente a los sucesos que han tenido lugar en, a lo sumo, media docena de países europeos, siendo dichos sucesos a los que se pretende hacer pasar como "historia universal".
La caída de Tula y la consiguiente migración tolteca a Yucatán, la invasión de China por las hordas mongolas de Gengis Khan o la creación del imperio inca, ¿pueden clasificarse como acontecimientos "medievales" por el solo hecho de haber ocurrido los mismos años en que prevalecía el feudalismo en Europa? Los mencionados sucesos, al igual que muchos otros incontables eventos determinaron la suerte de muy diversos pueblos, razas, acciones, imperios, culturas y religiones, jamás podrán ser ya no digamos comprendidos y valorados, sino ni siquiera adecuadamente clasificados, si utilizamos para ello el absurdo esquema que pretende dar un carácter de "universal" a lo que es únicamente la historia de Europa, pues ésta es tan sólo un chakra de la Tierra y existen otros seis más, poseedores de igual relevancia.
En contraposición a la mezquina visión de calificar a Europa como el único centro de la Historia, existe otra mucho más apropiada que concibe a la humanidad como un todo y que presta similar atención al desarrollo de las altas culturas que se han dado en diferentes tiempos y lugares. De acuerdo con los postulados de esta visión, la historia de los seres humanos se desarrolla estrechamente vinculada con la del planeta en que habitan, mismo que es considerado no como algo inerte y pasivo, sino como un ser vivo y consciente sujeto a ciclos idénticos a los de cualquier otro organismo, como son los de actividad y reposo, salud y enfermedad, vida y muerte.
Ésta es justamente la cosmovisión que ha existido siempre en los periodos de máximo esplendor de todas las culturas; recordemos tan sólo el insuperable ejemplo que para estos efectos nos proporciona la cultura maya, cuyas estelas, códices y tradiciones contienen a la vez una profunda enseñanza sobre la evolución de la especie humana y un detallado análisis de los diferentes efectos que se generan en los seres humanos —y en el organismo de la Tierra— a resultas de las diferentes energías que llegan a ésta provenientes de todos los rumbos del Universo. Visualizaciones semejantes a la maya están contenidas en algunos mandalas hindúes y tibetanos. Finalmente, no es mera coincidencia el hecho de que en la actualidad un numeroso grupo de ecologistas —que incluye a destacados científicos— proponga como una medida tendiente a combatir el creciente deterioro del medio ambiente el retornar al antiguo concepto griego según el cual nuestro planeta es un ser vivo y sagrado (Gaia).
Superar la visión eurocentrista de la Historia para llegar a otra de alcances planetarios requiere un previo acercamiento al tema de los chakras de la Tierra.